domingo, 25 de diciembre de 2011
"Los mejores del 2011: ficción" (1)
2) “Una mirada a la oscuridad” de Philip K. Dick.
3) “Los siete locos” de Roberto Arlt.
4) “Bajo la mirada de Occidente” de Joseph Conrad.
5) “Mooch” de Dan Fante.
6) “El demonio” de Hubert Selby Jr.
7) “Abbadón el exterminador” de Ernesto Sabato.
8) “Las noches del Buen Retiro” de Pío Baroja.
9) “La cabeza perdida de Damasceno Monteiro” de Antonio Tabucchi.
10) “Un americano” de Henry Roth.
Algunos títulos del 10 en adelante…:
“La viuda embarazada” de Martin Amis.
“Libertad” de Jonathan Franzen.
“Crónicas de motel” de Sam Sheppard.
“La nave de los muertos” de B. Traven.
“Si me necesitas, llámame” de Raymond Carver (relectura).
“Los enamoramientos” de Javier Marías.
“Tres ataúdes blancos” de Antonio Ungar.
“Norte” de Edmundo Paz Soldán.
“Los años” de Virginia Woolf.
“La memoria de Shakespeare” de Borges.
“Una historia conmovedora, asombrosa y genial” de Dave Eggers.
Y paro, pero…, pero no puedo dejar sin mencionar:
“La búsqueda del absoluto” de Balzac (que quizá merecería un puesto entre los diez primeros…).
“En el punto de mira” de Arthur Miller.
viernes, 23 de diciembre de 2011
"Los dioses informáticos"
Hablo de suerte, sí: ya no tengo que tirar a la basura aquellos escritos que no valían nada. Los dioses de la informática lo han hecho por mí.
A partir de ahora, a continuar escribiendo. Mejor. Escribir algo que valga la pena. Y que, de perderse, lamente.
Porque no lamento nada haber perdido lo escrito hasta ahora.
Siempre he pensado que lo que escribía no era otra cosa que un entrenamiento. Un ponerse a practicar footing a diario, para, llegado el día, correr una maratón.
martes, 20 de diciembre de 2011
"Los mejores del 2011" (0)
Por eso, este año voy a escribir varios apartados para los mejores del año:
1) Ficción (novelas y cuentos).
2) Poesía.
3) Ensayo.
Continuará (espero que antes de las uvas).
viernes, 2 de diciembre de 2011
"A vuela pluma"
domingo, 13 de noviembre de 2011
A las diez de la noche de un domingo de noviembre, tumbado en el sofá de la sala, leyendo un libro de poemas de Bukowski. Sopla el viento del sur fuerte contra los cristales. Cansado del fin de semana, deseando que llegue la hora de irme a la cama para que sea mañana cuanto antes. El mañana es una promesa. Lo bueno vivido ayer o antes de ayer ya se me olvidó (en realidad fueron más días atrás). Quiero más. Y lo quiero ahora. Ya.
viernes, 11 de noviembre de 2011
"Leer en noviembre"
"Un buen día para decir adiós (2)"
"Un buen día para decir adiós"
lunes, 17 de octubre de 2011
viernes, 14 de octubre de 2011
"Leyendo..."
viernes, 7 de octubre de 2011
"Viernes noche, 34"
"Viernes noche, tercera parte"
"Viernes noche, continuación"
"Nueva vida o lo que sea"
lunes, 19 de septiembre de 2011
"Primer día sin tabaco"
viernes, 16 de septiembre de 2011
"Los mejores del verano (2011)"
Queda una semana (más o menos) para que se termine este verano tan temido (por mí), y que finalmente ha resultado ser uno de los veranos en que mejor me lo he pasado. He leído menos que otros veranos. Incluso he leído peores libros que otros veranos. Pero, sinceramente, me la suda. A pesar de haber leído menos..., he leído, también este verano, mucho. Y si otros veranos los recuerdo porque leí “Madame Bovary”, “El mundo según Garp” o “Doctor Pasavento”, este año he leído algunos libros que aunque no me hayan gustado tanto como los citados, sí que me parece que no he perdido el tiempo con sus lecturas. He aquí una selección de lo mejor que he leído (los otros libros, los malos, malísimos, no los pienso mencionar, mejor olvidarlos):
-“Las noches del Buen Retiro”, de Pío Baroja. (No es lo mejor de Baroja, pero es mucho mejor que el 90 % de las novelas que se encuentran, ahora mismo, tiempo de novedades otoñales, en las mesas de exposición de las librerías).
-“Asco”, de José Ángel Barrueco.
-“Cuerpo”, de Harry Crews (quizá esperaba reírme más con la novela, pero la lectura fue divertida, y el final me dejó un poco tocado).
-“Chump Change”, de Dan Fante (Dan Fante es el hijo de John Fante, el autor, entre otras novelas, de “Pregúntale al polvo” –buenísima-. Ahora mismo acaban de publicar, Sajalín editores, otra novela de Dan: “Mooch”, que por cierto, me he comprado esta misma tarde).
-“El demonio”, de Hubert Selby Jr.
Y no puedo dar más títulos, en cuanto a la ficción se refiere, porque los otros libros que he leído en estos meses de sol, lluvia, otra vez sol y otra vez lluvia y otra vez gira la rueda..., han sido, por decirlo suavemente, decepcionantes.
Pero sí que ha habido un libro de no ficción que me ha dejado muy tocado. Es uno de los mejores libros que he leído en mucho tiempo. Ha sido leer este libro y meterme de lleno en la obra de este autor (al que había leído hace unos años, pero entonces no sé qué me pasó, supongo que andaba un poco despistado porque no volví a él). Hablar de este autor es difícil porque es uno de los mejores escritores en español actuales. Es alta literatura. Su prosa y su poesía son palabras mayores. Creo que no hay ningún otro escritor español actual que pueda llegar a hacerle sombra.
Hablo de Roger Wolfe. Hablo de “Siéntate y escribe”. El mejor libro publicado en España este año 2011. No sólo eso: creo que “Siéntate y escribe” es, de los libros que se han publicado este año, el único imprescindible. Los demás, pues bueno, algunos están bien, para pasar el rato... Pero los ensayos-ficción de Wolfe son libros de adultos. Uno lee a Wolfe y luego lee a otro de sus colegas contemporáneos, y lo único que puede decirse es que, lo que hacen los demás, comparado con Wolfe, es un juego de niños.
La mayor parte de la poesía de Wolfe está reunida en “Noches de blanco papel”, editado por Huacanamo. Es un libro de unas quinientas páginas que, sin embargo, me devoré en unas horas.
Esta misma tarde he recogido en mi librería de cabecera “Oigo girar los motores de la muerte”, otro de los ensayos-ficción de Wolfe. Publicado por DVD en 2002, no he tenido problemas para encargarlo y hacerme con un ejemplar. No sé qué hago escribiendo aquí, en lugar de estar leyéndolo.
martes, 13 de septiembre de 2011
"Peor imposible"
Hoy he cometido una de las mayores locuras de mi vida. He subido a casa de mi hermana y le he dicho que me pidiera cita para el médico. Una consulta con mi médico de cabecera. Para el próximo jueves, a las 11:50 de la mañana. En menudo lío me he metido. No sé si voy a salir de ésta.
-¿Doctor?
-Sí, ¿qué te pasa, Nathan?
-Verá, es que vengo porque quiero dejar de fumar. Quiero que me diga que tengo qué hacer.
jueves, 14 de julio de 2011
"La inutilidad de la tristeza"
Perfecta gilipollez la de creer que la tristeza tiene algo romántico. Estúpido error el de confiar en la tristeza como acicate literario. Sí, es verdad, quien escribe lo hace porque hay algo que no le gusta (de su vida, del mundo, etc.). Pero cuando uno está triste, triste de verdad, NO SE PUEDE ESCRIBIR.
No hay ganas. No hay fuerzas.
Escribir es un acto que necesita de la ilusión.
Quien está triste y escribe (sobre su tristeza o sobre lo que sea), no está del todo triste (no está..., jodidamente jodido). Quien está triste y escribe aún confía en la esperanza.
NO.
No se escribe mejor estando triste. Se escribe menos, incluso no se escribe. Sí que se necesita, como decía más arriba, cierto hastío, cierto malestar (¿rabia?), cierto desacuerdo con lo que nos rodea..., o con nosotros mismos. Pero al mismo tiempo, si se escribe, se está confiando en que algo va a cambiar si escribimos. Que, por lo menos, alguien leerá nuestro mensaje. Contamos que estamos tristes, jodidos, y al hacerlo, al escribir sobre ello, nos libramos un poco de ese peso. Decimos: ¡hey! Miradme, sabed: estoy triste. Y creemos que al compartir nuestro dolor estamos un poco menos solos.
Tal vez sólo sea una ilusión.
Pero es que en la vida todo son ilusiones.
La felicidad, también. La felicidad sobre todo. Es una ilusión. La felicidad es básicamente subjetiva. Como lo es la tristeza.
Escribir seguramente no nos salvará. Pero estamos haciendo algo, que ya es bastante, teniendo en cuenta que, cuando se está triste de verdad (profundamente triste, jodidamente jodido), no se hace nada. Nada.
Salvo mirar por la ventana.
Mirar al techo. A la pared.
Al suelo.
Y pensar. Todo el tiempo pensando.
Todo el día y toda la noche.
Pensando.
Estoy triste.
Estoy jodido.
Muy jodido.
Muy duras las últimas semanas. Imaginariamente duras, sí. Pero eso no me consuela. Saber que mi tristeza no tiene una base sólida, que mi tristeza viene de mí y no de fuera, no me sirve para nada.
Sigo triste igual.
Quizá sea, incluso, peor. Estar triste sin un motivo “real”.
Mierda.
Pero hoy escribo.
No he escrito nada en varios días (quería empezar un cuento, JA: imposible escribir desde el suelo).
Pero hoy escribo. Así que supongo que, aunque pequeña, la ilusión está volviendo a mi corazón.
Vendrán más días malos. Vendrán días peores incluso. Pero, por ahora, voy a intentar no pensar en ellos.
Agarrarme a esta punta de clavo que apenas pueden atrapar mis uñas. Y tirar de ella, de la punta, y sacar el clavo entero.
jueves, 30 de junio de 2011
"Molière"
Estoy enfermo. Casi nunca me pongo enfermo.
Enfermo de verdad, me refiero. Imaginariamente, la enfermedad me acompaña a diario.
Estoy enfermo, hoy y ayer, de verdad, y estoy triste. Días sin salir de casa, desde el lunes. Me aburro y empieza a salir el sol. Y me gustaría ir a dar un paseo. Quizá me sentara bien, quizá me pusiera peor.
Casi nunca me pongo enfermo.
Es por eso que, cuando lo hago, lo llevo fatal. Supongo que un enfermo habitual lo llevaría mejor; pero claro, un enfermo habitual querría tener mi suerte: la de estar enfermo sólo dos o tres veces al año.
Aunque esas dos o tres veces al año sean tediosas y tristes, sobre todo tristes.
lunes, 27 de junio de 2011
"About la hostia"
"La primera hostia nunca es la última"
Cuando te caes en la calle, lo primero que miras no es si te has hecho daño o no. Miras si algún cabrón ha visto la hostia que te has pegado y se está descojonando.
Así pues, me doy la hostia padre en las escaleras mecánicas de la Fnac. Miro a mi alrededor y el único que me ha visto es un viejo de barbas que no se ríe pero tampoco me pregunta si estoy bien. Me da un mareo. Voy a la caja y tengo que agacharme para no marearme más. El viejo cabrón se pone detrás de mí, en la cola. Le digo a la cajera vaya hostia me he dado, ahí en las escaleras, si hasta me he mareado, y me dice vaya. Y me cobra y ya está.
Si no pides un vaso de agua no te lo van a dar, por muy mala cara que se te haya puesto.
Hay gente que por no darte, no te da ni su desprecio.
miércoles, 22 de junio de 2011
"Ventajas de no tener carnet de conducir"
tenga presente que algunas personas que tomaron zolpidem se levantaron de la cama y manejaron sus vehículos, prepararon y comieron comida, tuvieron relaciones sexuales y realizaron llamadas telefónicas u otras actividades mientras estaban parcialmente dormidas. Al despertarse, generalmente no podían recordar lo que habían hecho. Llame a su médico de inmediato si se da cuenta de que ha estado conduciendo un vehículo o realizando alguna otra cosa inusual mientras dormía.
viernes, 27 de mayo de 2011
"El árbol de la ciencia" de Pío Baroja.
Anoche empecé a leer, por segunda vez, “El árbol de la ciencia”, de ¿hace falta decirlo?, Pío Baroja.
La primera vez que leí esta novela fue por obligación. Me o nos la mandaron en clase. Yo sabía quién era Baroja: un viejo con txapela. Cómo me iba a gustar a mí algo que hubiera escrito un viejo con txapela, si yo era un chaval y a mí lo que me gustaban eran las fiestas y las chicas (da igual el orden). No era muy buen estudiante, en esa época no. Pero no tan malo, leí el libro cuando podía haberle pedido a algún compañero que me contará de qué iba.
Ah, el viejo Baroja, cómo me gustó esa novela leída por obligación. Es en la adolescencia cuando uno cree estar descubriendo el mundo y, joder, descubrir a Baroja fue algo increíble. Para nada me esperaba una novela así. Una novela que me llegó muchísimo.
Esta novela me acompañó muchos años en la memoria. Unos cinco o seis años después, un amigo se fue a Pamplona a estudiar la carrera de medicina y, cuando los viernes o los sábados por las noches nos hablaba a los amigos de lo que hacían con los muertos, yo, al oírle, recordaba esa sala de disección de Baroja que siempre imaginé, no sé porqué, con una luz gris.
(En la novela de Baroja, los estudiantes se gastan bromas con los cadáveres. Uno, por ejemplo, coge un brazo y saluda a un compañero con el brazo muerto en lugar de con el suyo. Este amigo mío, también nos contaban las bromas que, más de cien años después, se gastaban los estudiantes en su universidad, con los muertos. Cómo, las mujeres, tenían la vagina tapada con cera para que no fueran los estudiantes graciosetes a meterles el dedo).
El chaval que era entonces y el “chaval” que soy ahora no son el mismo, pero no hay muchas diferencias entre los dos, sin embargo. Hay un montón de lecturas entre uno y otro, un puñado de experiencias, algo de aprendizaje, pero poca cosa más.
El chaval que en la adolescencia disfrutó leyendo “El árbol de la ciencia” vuelve a leerlo un montón (un montón es un decir) de años después y descubre que vuelve a disfrutar de la lectura.
Pero ahora también ve que, esta vez, lo está disfrutando más. Porque tiene más lecturas y aprecia detalles que aquella primera vez seguro no vio.
Ya entonces subrayaba los libros. Mi ejemplar de “El árbol de la ciencia” hasta ayer apenas estaba subrayado.
Las pocas cosas que subrayé entonces no las subrayaría ahora.
El montón de frases que estoy subrayando ahora..., ¿cómo no las subrayé en aquella primera lectura?
“El árbol de la ciencia” se publicó en 1911, hace ahora la cifra redonda de cien años. Ha sido casualidad que lo volviera a leer, este año y no el anterior o el que viene. De hecho, ayer dudaba entre volver a leer la historia de Andrés Hurtado o volver a leer las “Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Parados”.
Cien años..., y muchas cosas de las que leo en “El árbol de la ciencia” las reconozco ahora, en este presente que vivimos.
(En realidad más de cien años, pues aunque publicada a principios de la segunda década del siglo XX, la novela se desarrolla entre 1887 y 1896, más o menos, si nos atenemos a la propia experiencia de Baroja).
Que las novelas picarescas del Siglo de Oro no se escribieron porque les diera la gana a los autores, sino porque España era un país de pícaros y el autor, quiera o no, consciente o inconscientemente, de alguna manera siempre acaba representando en sus obras la sociedad en la que vive.
España ha sido, es y será, un país de pícaros.
Muchos pícaros hay en las novelas de Baroja, como esos estudiantes de los que hablaba antes.
Y el famoso “vuelva usted mañana”, de Larra, cuántas veces lo habremos oído...
"Borges autoirónico (2)"
viernes, 20 de mayo de 2011
"Borges autoirónico"
jueves, 19 de mayo de 2011
"Philip Roth premiado"
lunes, 16 de mayo de 2011
Prólogo de Roberto Arlt a su novela "Los lanzallamas"
Con “Los lanzallamas” finaliza la novela de “Los siete locos”.
Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana.
Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras.
Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo. Máxime si cuando se trabaja se piensa que existe gente a quien la preocupación de buscarse distracciones les produce surmenage.
Pasando a otra cosa: se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de sus familias.
Para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero, por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad.
Me atrae ardientemente la belleza. ¡Cuántas veces he deseado trabajar una novela que, como las de Flaubert, se compusiera de panorámicos lienzos…! Mas hoy, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados. El estilo requiere tiempo, y si yo escuchara los consejos de mis camaradas, me ocurriría lo que les sucede a algunos de ellos: escribiría un libro cada diez años, para tomarme después unas vacaciones de diez años por haber tardado diez años en escribir cien razonables páginas discretas.
Variando, otras personas se escandalizan de la brutalidad con que expreso ciertas situaciones perfectamente naturales a las relaciones entre ambos sexos. Después, estas mismas columnas de la sociedad me han hablado de James Joyce, poniendo los ojos en blanco. Ello provenía del deleite espiritual que les ocasionaba cierto personaje de “Ulises”: un señor que se desayuna más o menos aromáticamente aspirando con la nariz, en un inodoro, el hedor de los excrementos que ha defecado un minuto antes.
Pero James Joyce es inglés. James Joyce no ha sido traducido al castellano, y es de buen gusto llenarse la boca hablando de él. El día que James Joyce esté al alcance de todos los bolsillos, las columnas de la sociedad se inventarán un nuevo ídolo a quien no leerán sino media docena de iniciados.
En realidad, uno no sabe qué pensar de la gente. Si son idiotas en serio, o si se toman a pecho la burda comedia que representan en todas las horas de sus días y sus noches.
De cualquier manera, como primera providencia he resuelto no enviar ninguna obra mía a la sección de crítica literaria de los periódicos. ¿Con qué objeto? Para que un señor enfático entre el estorbo de dos llamadas telefónicas escriba para satisfacción de las personas honorables:
“El señor Roberto Arlt persiste aferrado a un realismo de pésimo gusto, etc., etc.”
No, no y no.
Han pasado esos tiempos. El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un “cross” a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y “que los eunucos bufen”.
El porvenir es triunfalmente nuestro. Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la “Underwood”, que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero… mientras escribo estas líneas, pienso en mi próxima novela. Se titulará “El amor brujo” y aparecerá en agosto del año 1932.
Y que el futuro diga.
viernes, 29 de abril de 2011
jueves, 14 de abril de 2011
"RICHARD YATES", la rese.
Alguna vez, hablando de un tío suyo, Borges dijo “le tocó vivir, como a todos los hombres, malos tiempos”.
(Como todos los días, no tengo ganas de escribir una reseña. No sé qué hago teniendo un blog ¿literario?, creo que me gusta hablar de libros, pero no escribir sobre ellos.
Bah, chorradas).
“Richard Yates”:
(A ver si me ventilo la mierda de reseña en diez minutos que ya me estoy cansando).
“Richard Yates” es una novela monótona, repetitiva hasta la exasperación, y escrita con un estilo simple, mínimo, que te cagas. Y sin embargo, no me he aburrido nada leyéndola.
Me ha gustado mucho.
En “Richard Yates” encontramos a dos jóvenes un poco freaks (aunque no sé si hago bien utilizando este término, creo que hay otro más adecuado, alguno he leído por ahí, estos días, un término nuevo, al menos para mí, pero no lo pongo porque no sé qué significa, tendré que buscarlo en la wikipedia).
Dos jóvenes un poco..., lo que sea. Perdidos. Se han conocido a través de internet y se comunican a todas horas, a todas-todas horas, a través del chat de gmail, de e-mails y sms. Ella tiene 16 o 17 años y está gorda y quiere dejar de estar gorda para ser mejor persona y que él, su novio, la aprecie más.
Él, su novio, un pedazo de cabrón que es mucho más inmaduro que ella, tiene 23 o 24 años (o 22, da lo mismo), es un escritor que está todavía más perdido que ella, y no hace más que reprender a su pobre novia diciéndole que no piensa y no hace todo lo que debería para él, y no sé qué, y en fin, que es un egoísta insoportable.
La novela, como digo, es monótona, y repetitiva, y los personajes se aburren, no saben muy bien quiénes son, dónde están, etc. A cada rato dicen “qué asco de mundo” o “qué puta vida”, cosas así, o “me quiero suicidar”, “voy a suicidarme”, etc., etc.
Etc.
¿Dónde está, entonces, lo bueno de esta novela?
Bien, ¿sabéis eso que se suele decir, que si para conocer como era la vida en el siglo tal, lo que hay que hacer es leer las novelas que entonces se escribieron, las novelas del siglo tal?
Pues esto es “Richard Yates”: cómo, a principios del siglo XXI, la aparición de internet cambió (o añadió) la manera de relacionarse unas personas con otras. El aburrimiento, el vacío existencial, a pesar de ser, en toda la historia, la generación con más recursos de ocio al alcance, no de la mano, sino de un dedo, de un clic.
Ahí, en esto, Tao Lin, sencillamente lo ha clavado.
Les ha tocado vivir, a los protagonistas de “Richard Yates”, como a todos los jóvenes, malos tiempos.
miércoles, 13 de abril de 2011
"Richard Yates" de Tao Lin
martes, 12 de abril de 2011
Explicación a la foto del post anterior.
jueves, 7 de abril de 2011
"Los enamoramientos", de Javier Marías (1)
miércoles, 30 de marzo de 2011
"Últimas lecturas (febrero-marzo)"
martes, 29 de marzo de 2011
"Un año (casi) después"

Por la mañana me he tomado un café con leche con cereales Special K y me he fumado un cigarrillo. Luego, me he vestido y encendido el ordenador. He estado escribiendo un rato. Más tarde, me he conectado a internet y he navegado un poco. He y me han escrito algunos mails.
A eso de la una he subido a casa de mi hermana a ver a mis sobrinos. Luego he bajado a comer. Como hoy es martes, tocaba puré de verduras.
A eso de las tres menos cuarto, como hacía buen tiempo, he pensado que me vendría bien para el careto que me diera un poco el sol. He pasado antes por la Fnac. Aunque tengo un e-book desde hace dos semanas y un montonazo de libros digitales que quiero leer, no he podido no caer en la tentación y me he comprado dos libros: “El malestar al alcance de todos” de Mercedes Cebrián, y “Formas breves” de Ricardo Piglia. El de Cebrián bien podría habérmelo comprado descargándomelo desde la web de Casa del Libro (o de la de Elkar), y el de Piglia seguro que lo encontraba por ahí, pirateado. Pero, bueno, me he dicho me apetece tenerlos y seguir usando el lápiz de mina para subrayar frases y párrafos, en vez del lápiz óptico ese o cómo se llamé.
De la Fnac me he dirigido a La Concha. He bajado pero no hasta la arena. Me he quedado en las escaleras, sentado, fumando un cigarrillo mientras oía el sonido de las olas del mar, al frente, y el puto ruido de las obras, detrás. Se estaba nublando.
Al llegar al Buen Pastor, ha vuelto a salir el sol. Así que me he sentado en un banco que me gusta mucho y ahí sentado he sacado de la bolsa el libro de Mercedes Cebrián y he leído el primer poema.
Como eran cerca de las cuatro y media, me he levantado, pero sin apresurarme mucho, me he puesto en marcha para llegar a la ikastola, a la salida de mi sobrino de cuatro años.
Ya en casa, ahora mismo, después de quitarle las pegatinas del precio a los libros recién comprados, he encendido el ordenador, he abierto un nuevo documento de word, y me he puesto a escribir Por la mañana me he tomado un café con leche...
viernes, 25 de marzo de 2011
"La mitad de X o, por qué no, la mitad de la mitad de X"
Escribir sobre que no se puede escribir es una frase de Vila-Matas que me viene al pelo para escribir algo y no tener tan abandonadito este maldito blog que me gusta y odio según el caso. Para qué coño me metí yo en escribir un blog, con la pereza que da tener que contar algo nuevo de vez en cuando. Incluso, contar siempre lo mismo... El caso es escribir, no dejarlo morir.
Qué lata.
La cita de Vila-Matas seguramente no sea exacta porque la escribo de memoria, y tan desganado estoy que no hago el esfuerzo de coger el libro de la estantería y buscarla. Creo que pertenece a “Bartleby y compañía”.
Porqué no escribo en el blog (otras cosas sí escribo, poco, pero más que aquí, sí). Bueno, pues la respuesta es fácil: pereza, desgana.
Qué contar...
Me he comprado un e-book. Y estoy encantado con el cacharro. Tenía mis dudas con esto de los e-books, nada puede sustituir a los libros tradicionales, me decía. Los libros en papel seguirán existiendo siempre... No, el futuro, el presente ya, son los e-books (o lo que vengan después de los e-books –se llaman e-readers, pero a mí me gusta más e-books-). El papel se acabó. Ir a una librería a comprar un libro será algo que, incluso los lectores más compulsivos, haremos sólo muy de vez en cuando. Cada vez habrá menos librerías, cada vez se editarán menos libros en papel. Las editoriales ganarán menos dinero, los autores, menos todavía. Quien quiera ser escritor y ganarse la vida con ello, lo tiene, ahora, más difícil que nunca.
Ser leído, que es lo más importante que puede querer un escritor, creo que será más fácil.
Pero los escritores más leídos seguirán siendo los mismos. Los pequeños autores desconocidos seguirán siendo desconocidos, pero en vez de tener 100 o 200 lectores, con esto de los e-books podrán tener, quizá 500, quizá 1000 lectores.
No sé si la literatura digital será mejor o peor que la tradicional. Será distinta. Me refiero al modo de acercarnos a ella, a la literatura. En estos momentos, si alguien me preguntara, yo diría que los e-books han mejorado la literatura. Hablo de literatura y no del sector editorial...
Tengo un e-book desde hace dos semanas y he conseguido varias decenas de libros que hace años quería leer pero no encontraba. Por poner sólo dos ejemplos, bueno, venga, tres: “Glosa” de Juan José Saer; “Cuna de gato” de Kurt Vonnegut; “Una mirada a la oscuridad” de Philip K. Dick.
Son sólo tres ejemplos, pero hay muchos más (en la tarjeta de memoria de mi cacharrito).
Y la cuestión no es pagar o no pagar.
La pregunta, ahora mismo, viendo los precios de los libros digitales en las webs de las principales librerías y cadenas de librerías, la pregunta es, digo, cuánto pagar.
Tanto, no. Tanto, no.
No sé de cifras, pero digamos que si un libro en edición normal cuesta X, la edición de bolsillo debería costar la mitad de X.
¿Y la edición digital?
martes, 8 de marzo de 2011
"LA VIUDA EMBARAZADA" de Martin Amis; un fragmento
-El otro día leí algo –dijo Whittaker- que me hizo sentir ternura por los pechos. Los vi desde una perspectiva diferente. En términos de la evolución, dice el autor, los pechos tienen por objeto imitar al culo.
-¿Al culo?
-Los pechos imitan al culo. A manera de aliciente para que la relación sexual sea cara a cara. Cuando las mujeres evolucionaron hasta independizarse del estro. Seguro que sabes lo que es el estro.
Keith lo sabía. Del griego oistros, “tábano”, o “frenesí”. El período de celo. Whittaker dijo:
-Así, los pechos en forma de nalgas dulcificaban el trago desagradable de la postura del misionero. Sólo es una teoría. No, yo entiendo los pechos de Scherezade. Los caracteres sexuales secundarios en su forma platónica. El plan A para las tetas. Lo entiendo..., en principio. –Miró a Keith con afectuoso desdén-. No deseo estrujarlos ni besarlos ni hundir en ellos mi cara sollozante. ¿Qué hacéis vosotros con los pechos, chicos? Quiero decir que los pechos no llevan a nada, ¿no es cierto?
-Supongo que sí, que es cierto. Son una especie de misterio. Y un fin en sí mismos.
Traducción de Jesús Zulaika.
martes, 22 de febrero de 2011
"ACERTIJO EXISTENCIAL"
A comienzos de su madurez, a Z. se le plantea la siguiente disyuntiva:
a) Ser feliz pero no volver a tocar un libro en su vida.
b) Seguir siendo infeliz, pero continuar leyendo como siempre lo ha hecho.
¿Cuál de las dos opciones elegirá Z.?
viernes, 28 de enero de 2011
"LOS SINSABORES DEL VERDADERO POLICÍA"; Roberto Bolaño.
Mis críticas siempre son tremendamente subjetivas y por eso, precisamente, no las llamo críticas. A falta de un nombre mejor, digo que son reseñas. Cuando leo un libro lo único que me importa (o lo que más me importa) es que me guste a mí. Me da igual que sea o no un libro considerado una obra maestra por la crítica en general. Si me gusta bien, si no me gusta, pues bueno, seré yo el que no sepa apreciar la calidad de ese libro, pero no me voy a comer la cabeza pensando que qué mal lector soy si tal o cual obra me aburre muchísimo cuando todo el mundo dice que es la bomba.
Dicho todo esto para explicar que esto no es una crítica, pero tampoco una reseña de la última novela que han sacado de Bolaño. Sólo quiero decir algunas cosas que a mí me valen, quizás a otros lectores también:
“Los sinsabores del verdadero policía”:
Lo primero, ¿Es una novela?
Respuesta: sí. (Esto lo digo a raíz del artículo de Ignacio Echevarría en El Cultural del 21 de enero de 2011 en el que el conocido crítico se empeña, no sé porqué, en decir que no es una novela). Repito: sí es una novela.
Continúo: ¿Es una novela terminada?
Respuesta: no. Pero tampoco (me) importa.
¿Creo que "Los sinsabores del verdadero policía" es, en la medida en que puedo ser objetivo, una buena novela?
Es una muy buena novela en su conjunto. Pero irregular en sus partes. (Tiene cinco partes). Por separado, creo, sólo la quinta y última parte tendría ¿validez? sin tener que “interdepender” de las otras cuatro.
¿Me ha gustado?
Sí.
¿Me ha gustado más que “2666” o “Los detectives salvajes” o “Nocturno de Chile”, mis preferidas de Bolaño?
No.
¿Me ha gustado más que “El Tercer Reich”, la penúltima “aparición” de Bolaño?
Sí.
¿Me ha gustado más que otras novelas de Bolaño que sí publicó en vida, como “Monsieur Pain”, “La literatura nazi en América”, “Amuleto”, “La pista de hielo” o “Amberes”?
Respuesta: Sí.
Pregunta: ¿me han gustado todas las novelas de Bolaño?
Respuesta: no. Ni “Amberes” ni “La literatura nazi en América” me gustaron.
¿Recomendaría “Los sinsabores del verdadero policía”?
No. Pero es que tampoco recomendaría ninguna obra de Bolaño, porque creo que Bolaño es un autor muy especial, y no creo que pueda gustar a todo el mundo. La recomendaría pero dependiendo a qué persona.
Pregunta: ¿Se la recomendaría a alguien a quien ya haya leído otras novelas de Bolaño y le haya gustado?
Sí, pero con reservas.
Pregunta: ¿A quién se la recomendaría sin miedo?
Respuesta: sólo a los fans.
miércoles, 26 de enero de 2011
"Chronic City": la reseña.
Hace muchísimo frío.
(Es la peor primera frase de una reseña que he escrito nunca).
(Bueno, quizá no: seguro que he escrito peores. “Hace muchísimo frío” es, por lo menos, objetiva. Nadie puede estar en desacuerdo conmigo).
Decía que “Chronic City” de Jonathan Lethem era algo así como “El legado de Humboldt”, de Bellow + Woody Allen + Murakami.
Ahora que he terminado de leerla, me gustaría explicar lo de Bellow. Amén de añadir un nuevo elemento a la ecuación (no sé si puede llamarse ecuación, nunca pasé del notable raspado en matemáticas; pero fórmula no me gusta: me quedo con ecuación). El nuevo ¿elemento?:
“El show de Truman”, la película protagonizada por Jim Carrey.
Porqué “Chronic City” me ha recordado a “El legado de Humboldt”:
1) Porque en las notas del autor, al final del libro, se recoge que una de las frases de la novela está tomada directamente del libro de Bellow.
2) Pero aunque ver el nombre de Bellow ha tenido su importancia, la principal razón por la que “Chronic City” me ha recordado a “El legado de Humboldt” ha sido por el protagonismo que tiene la ciudad en la novela. Aunque en la novela de Bellow la ciudad es Chicago; en la de Lethem, Nueva York.
(Joder. Me estoy meando y no sé cómo seguir –terminar- la reseña. También tengo ganas de tirarme un pedo pero me da vergüenza decirlo. El niño ha venido de la ikastola acojonao de frío, diciendo que se iba a dormir para así no tener que volver por la tarde. Y se ha dormido. En la silla).
Podría seguir –terminar- la reseña explicando porqué puse Woody Allen y Murakami, y ahora “El show de Truman”. No sé si tengo ganas. Voy a intentarlo:
Woody Allen:
Por el humor, por esos protagonistas de clase media alta, o alta, directamente, cultos, encantadoramente neuróticos.
Murakami:
Por esos elementos que son fantásticos pero sin llegar a ser propios de la novela fantástica entendida como tal. Lindantes con la ciencia ficción pero sin llegar a ser ciencia ficción.
“El show de Truman”:
No voy a explicarlo porque es parte importante de la trama.
Y para terminar:
El libro cuesta casi treinta euros. Es caro de cojones, sí, pero no me ha pesado gastármelos en esta novela.
Esta vez, no.
Y para terminar (2):
La portada es muy fea. Creo que es la de la edición en inglés, al menos la de una de las ediciones (creo haber visto, en internet, claro, otra portada más bonita). Pero qué le vamos a hacer.