viernes, 14 de octubre de 2011

"Leyendo..."


Estos días estoy leyendo:

"Siete años", de Peter Stamm.

Que alterno con:

"Crónicas de motel" de Sam Sheppard.

Y:

"Trabajos forzados" de Daria Galateria.

Este último es un ensayo bastante ameno que trata de los distintos trabajos que se vieron obligados a ejercer algunos escritores. Habla, por ejemplo, de Kafka en la compañía aseguradora. De Bukowski, cartero (amén de mil y un empleos de pacotilla). De Raymond Chandler, contable en una compañía petrolífera. De la marca de perfumes y cosméticos que "sacó" Colette. T. S. Elliot trabajando, feliz, en un banco.

(Yo también sería feliz trabajando en un banco...).

En total son 25 los escritores retratados.

Muchos de ellos (Malraux, Paul Claudel, Paul Morand o Bruce Chatwin), tuvieron eso que podríamos llamar "trabajos de alto nivel". La verdad es que, en un libro titulado "Trabajos forzados", prefería que abundaran más aquellos escritores que tuvieron malos empleos, los que vivieron a salto de mata, como Raymond Carver.

Como aspirante a escritor, y trabajador "normal", el tema de en qué trabajaron o en qué trabajan algunos escritores me interesa bastante.

Roberto Bolaño de vigilante de un camping.
Magnus Mills, montador de cercas y conductor de autobús (cuando su novela "El encierro de las bestias" fue nominada al Booker, pudo dejar de conducir autobuses -rojos, supongo-, y dedicar las mañanas a una actividad mucho más productiva: nadar en la piscina).
Don Delillo, que trabajaba en un parking mientras escribía su primera novela.
William Faulkner tuvo varios trabajos, uno de ellos de recepcionista o conserje en una universidad. Es muy conocida la anécdota de la entrevista que le hicieron en la "Paris Review", donde dijo que el mejor empleo que le habían ofrecido era de portero -pero no, creo que la palabra que utilizó no era portero...- en un burdel.
Karmelo C. Iribarren trabajó muchos años en un pub.
Ramón Eder trabajó de recepcionista en un hotel para citas, en París. Fue él, Ramón, quien descubrió que ese mismo hotel lo había frecuentado Proust para sus "sesiones".
David Monteagudo, que saltó a la fama literaria hace un par de años con la novela "Fin", trabajaba en una fábrica, creo que de cartones.
Óscar Gual es informático, si no recuerdo mal.
Henry Roth, trabajó de un montón de cosas, entre ellas de fontanero.


viernes, 7 de octubre de 2011

"Viernes noche, 69"

Me voy a tomar un par de pastillas porque se me está yendo la olla demasiado.

"Viernes noche, 34"

Es evidente para cualquier hijo puta que esté leyendo esta chominada, que estoy sufriendo un puto ataque de...

...de algo.

Creo que es porque hoy no me he tomado nada.

Ya que estamos, "from lost to the river":

El coño de mi madre

no es particular.

Cuando llueve se moja,

como los demás.


Este poema lo escribí hace tiempo. Creo que es el segundo mejor poema que he escrito en mi vida.

"Viernes noche, tercera parte"

Estoy como una moto.

He vuelto al sofá, un último intento con la lectura.

Imposible.

Y me jode. Porque si no leo cuando tengo tiempo, cuándo cojones voy a leer.


Mirad, este blog "casi" sigue siendo literario.

Hablo de que no puedo leer. No puedo leer y lo cuento.

Escribir una novela sobre ese tema. El otro, el del escritor que escribe que no puede escribir ya está muy quemado.

Sería un coñazo de novela, seguramente.


"Viernes noche, continuación"

Pues nada, que estoy intentando leer un poco. Esta noche puedo (mañana no tengo que levantarme a las cinco, me tengo que levantar a las nueve. Manda huevos, alegrarte de que sea sábado y, aunque tengas que currar -el sábado, el domingo, y el lunes también), pensar que, por lo menos, no tienes que madrugar...

Bueno, pues eso. Que estoy intentando leer. Pero no me concentro. No sigo la historia. Y no es que sea una novela complicada.

Mierda.

Mierda.

Cuando empecé este blog se suponía que iba a ser un blog "literario". Reseñas, algún cuento. Cosas así.

Ha acabado convirtiéndose en un blog de quejas.

(Aunque me gusta más la palabra lamentos).

Las cosas felices no me gusta contarlas. No aquí.

No me concentro en la lectura. Así que vengo aquí y escribo. A vuela pluma. El otro día leía un poema de Raymond Carver, decía algo así como "antes los escribía porque decía que no tenía tiempo para escribir otra cosa (mejor)". La cita no es directa. Se refería a los poemas, y quería decir que los escribía porque no tenía tiempo para escribir relatos, alguna novela, imagino.

Pero en el poema Carver decía que, ahora, los escribía (los poemas) porque era lo que quería escribir. Antes, no. Ahora, sí.

He oído y/o leído muchas veces ese tópico de "uno empieza queriendo escribir poesía. Como ve que no puede porque la poesía es demasiado excelsa, intenta escribir cuentos. Pero tampoco tiene talento para los cuentos. Así que no le queda otra que escribir novelas. Que es lo más fácil...".

Yo siempre he querido escribir novelas. Y lo sigo queriendo. Y seguiré intentándolo, a pesar de no tener (mucho) tiempo.

Los cuentos a veces me salen solos. Y cuando me salen solos, me salen bien. Cuando más trabajo un cuento, peor resultado obtengo.

Ya no sé por dónde iba o quería ir.

El caso es escribir.

Ya que no puedo leer.

Escribo todos los días en un diario que empecé allá por el 2004. En cuadernos de tamaño folio. Llevo ya cuatro o cinco. Básicamente cada crónica diaria es una repetición de la anterior.

Hasta hace un par de meses. Pero de eso no voy a hablar. Ya he dicho que de la felicidad no escribo, aquí no.

Felicidad, trabajo. Hostias, mal matrimonio.

Así que sí, he escrito un par de intentos "serios" de novelas.

He escrito unos cuantos cuentos "coña". Y no están tan mal.

He escrito, alguna vez, algún poema. Poemas coño, algo así.

Se me acaba de ocurrir uno:

La vida sin tu coño

no es vida.

Sólo es una puta

parida.


Gracias, gracias. Creo que es mi mejor poema, hasta la fecha.



"Nueva vida o lo que sea"

Casi nunca tengo nada que contar. Por eso cada vez escribo menos en este blog. La soledad en agosto, como ya dije, no fue tal. Claro que a veces tengo cosas que contar, pero no quiero hacerlo aquí.

Son las nueve y diez de la noche y llevo levantado desde las cinco de la mañana, como todos los días últimamente. El tan temido ascenso en el trabajo llegó.

Llegó, vio y venció.

Un coñazo, pero bueno.

Habrá que aguantar.

2011 está siendo un año importante para mí. Está siendo un año en el que me están pasando cosas. Casi todas buenas. Algunas regulares. Sí, que te asciendan en el trabajo está muy bien. Ganas (algo) más. Pero pierdes mucho tiempo. Ya, que hay cuatro millones y pico de parados que se darían con un canto en los dientes por tener un currelo limpiando mierdas. No, sí lo sé. Pero es que una de las tareas que tengo que desempeñar en mi trabajo es limpiar mierdas. Literalmente. No es broma. Y qué queréis que os diga...

Al final te acostumbras claro.

Pero...

¿te acostumbras?

¿o te resignas?

Resignarse o conformarse. He ahí el puto peligro. Porque vamos a ver, que nosotros sepamos, sólo tenemos esta bonita (a veces), muy jodida (casi siempre) vida. Y pasarla limpiando la mierda de otro, por la mañana, por la tarde, por la noche...¿para qué?

Coño, yo no tengo ni puta idea de a qué hemos venido a este mundo, pero joder, a limpiar mierda no.

Está bien que uno se acostumbre a limpiar mierda. Si te va bien y tal, no pasa nada. El problema es que te resignes. Está bien..., por un tiempo. Uno se acostumbra, se resigna, y acaba viviendo para limpiar mierda.

La cosa es que:

Hay que limpiar mierda para vivir. No vivir para limpiar mierda.