viernes, 28 de enero de 2011

"LOS SINSABORES DEL VERDADERO POLICÍA"; Roberto Bolaño.



Mis críticas siempre son tremendamente subjetivas y por eso, precisamente, no las llamo críticas. A falta de un nombre mejor, digo que son reseñas. Cuando leo un libro lo único que me importa (o lo que más me importa) es que me guste a mí. Me da igual que sea o no un libro considerado una obra maestra por la crítica en general. Si me gusta bien, si no me gusta, pues bueno, seré yo el que no sepa apreciar la calidad de ese libro, pero no me voy a comer la cabeza pensando que qué mal lector soy si tal o cual obra me aburre muchísimo cuando todo el mundo dice que es la bomba.

Dicho todo esto para explicar que esto no es una crítica, pero tampoco una reseña de la última novela que han sacado de Bolaño. Sólo quiero decir algunas cosas que a mí me valen, quizás a otros lectores también:

“Los sinsabores del verdadero policía”:

Lo primero, ¿Es una novela?

Respuesta: sí. (Esto lo digo a raíz del artículo de Ignacio Echevarría en El Cultural del 21 de enero de 2011 en el que el conocido crítico se empeña, no sé porqué, en decir que no es una novela). Repito: sí es una novela.

Continúo: ¿Es una novela terminada?

Respuesta: no. Pero tampoco (me) importa.

¿Creo que "Los sinsabores del verdadero policía" es, en la medida en que puedo ser objetivo, una buena novela?

Es una muy buena novela en su conjunto. Pero irregular en sus partes. (Tiene cinco partes). Por separado, creo, sólo la quinta y última parte tendría ¿validez? sin tener que “interdepender” de las otras cuatro.

¿Me ha gustado?

Sí.

¿Me ha gustado más que “2666” o “Los detectives salvajes” o “Nocturno de Chile”, mis preferidas de Bolaño?

No.

¿Me ha gustado más que “El Tercer Reich”, la penúltima “aparición” de Bolaño?

Sí.

¿Me ha gustado más que otras novelas de Bolaño que sí publicó en vida, como “Monsieur Pain”, “La literatura nazi en América”, “Amuleto”, “La pista de hielo” o “Amberes”?

Respuesta: Sí.

Pregunta: ¿me han gustado todas las novelas de Bolaño?

Respuesta: no. Ni “Amberes” ni “La literatura nazi en América” me gustaron.

¿Recomendaría “Los sinsabores del verdadero policía”?

No. Pero es que tampoco recomendaría ninguna obra de Bolaño, porque creo que Bolaño es un autor muy especial, y no creo que pueda gustar a todo el mundo. La recomendaría pero dependiendo a qué persona.

Pregunta: ¿Se la recomendaría a alguien a quien ya haya leído otras novelas de Bolaño y le haya gustado?

Sí, pero con reservas.

Pregunta: ¿A quién se la recomendaría sin miedo?

Respuesta: sólo a los fans.

miércoles, 26 de enero de 2011

"Chronic City": la reseña.


Hace muchísimo frío.

(Es la peor primera frase de una reseña que he escrito nunca).

(Bueno, quizá no: seguro que he escrito peores. “Hace muchísimo frío” es, por lo menos, objetiva. Nadie puede estar en desacuerdo conmigo).

Decía que “Chronic City” de Jonathan Lethem era algo así como “El legado de Humboldt”, de Bellow + Woody Allen + Murakami.

Ahora que he terminado de leerla, me gustaría explicar lo de Bellow. Amén de añadir un nuevo elemento a la ecuación (no sé si puede llamarse ecuación, nunca pasé del notable raspado en matemáticas; pero fórmula no me gusta: me quedo con ecuación). El nuevo ¿elemento?:

“El show de Truman”, la película protagonizada por Jim Carrey.

Porqué “Chronic City” me ha recordado a “El legado de Humboldt”:

1) Porque en las notas del autor, al final del libro, se recoge que una de las frases de la novela está tomada directamente del libro de Bellow.

2) Pero aunque ver el nombre de Bellow ha tenido su importancia, la principal razón por la que “Chronic City” me ha recordado a “El legado de Humboldt” ha sido por el protagonismo que tiene la ciudad en la novela. Aunque en la novela de Bellow la ciudad es Chicago; en la de Lethem, Nueva York.

(Joder. Me estoy meando y no sé cómo seguir –terminar- la reseña. También tengo ganas de tirarme un pedo pero me da vergüenza decirlo. El niño ha venido de la ikastola acojonao de frío, diciendo que se iba a dormir para así no tener que volver por la tarde. Y se ha dormido. En la silla).

Podría seguir –terminar- la reseña explicando porqué puse Woody Allen y Murakami, y ahora “El show de Truman”. No sé si tengo ganas. Voy a intentarlo:

Woody Allen:

Por el humor, por esos protagonistas de clase media alta, o alta, directamente, cultos, encantadoramente neuróticos.

Murakami:

Por esos elementos que son fantásticos pero sin llegar a ser propios de la novela fantástica entendida como tal. Lindantes con la ciencia ficción pero sin llegar a ser ciencia ficción.

“El show de Truman”:

No voy a explicarlo porque es parte importante de la trama.

Y para terminar:

El libro cuesta casi treinta euros. Es caro de cojones, sí, pero no me ha pesado gastármelos en esta novela.

Esta vez, no.

Y para terminar (2):

La portada es muy fea. Creo que es la de la edición en inglés, al menos la de una de las ediciones (creo haber visto, en internet, claro, otra portada más bonita). Pero qué le vamos a hacer.

jueves, 20 de enero de 2011

"Crhonic City" de Jonathan Lethem.


Estoy leyendo la última novela de Jonathan Lethem: "Chronic City". No me esperaba que fuera tan buena. Jo, qué bien me lo estoy pasando.

Es como "El legado de Humboldt" de Saul Bellow + Woody Allen + Murakami.

Y bueno, lo de que se mencione un novelón titulado "La bruma indistinta" escrita por un tal Ralph Warden Meeker, y que el camello de uno de los protagonistas se llame Foster Watt es, simplemente, genial.

martes, 18 de enero de 2011

"Una historia conmovedora, asombrosa y genial" de Dave Eggers.


Voy a empezar la reseña de la primera novela (pero, ¿es una novela?) de Dave Eggers contando una anécdota que no viene a cuento. Para nada. El pasado viernes, en el curro, me tocó atender (y ayudar) a una chica negra. Qué gusto dar trabajar así. Era simpatiquísima y, cuando se fue, a pesar de que no pude ayudarla mucho, se despidió de mí sonriendo-me y agitando la mano. Luego llegó mi jefe. Le conté: “antes he atendido a una chica negra”. O “antes he atendido a una chica, negra”. “Bueno, y qué tiene que ver que fuera negra”. “Que era guapa”. “Muy guapa”. “Estaba muy buena”.

¿Qué tiene que ver la chica negra con la novela o las memorias ficcionadas de Dave Eggers?

Pues ya lo he dicho antes.

Nada.

De.

Nada.

(Está bien esto de poner puntos y aparte así, sin ton ni son. Hace que el texto parezca más






largo).

El libro de Eggers se titula en castellano “Una historia conmovedora, asombrosa y genial”. No sé muy bien si es la traducción exacta. En inglés es “A Heartbreaking Work of Staggering Genius”.

Al parecer, pero sólo al parecer (porque no se puede saber muy bien cuando Eggers nos está contando algo verídico o no), también se barajaron otros títulos:

(Aquí deberían ir los otros posibles títulos, pero me he pasado media hora buscando y no los he encontrado).

Bueno, el caso: el libro cuenta cómo los padres de Dave la palman los dos a la vez, más o menos con un mes de diferencia. Y cómo, a partir de entonces, intenta empezar de cero, trasladándose a Berkeley, California. Al mismo tiempo, Dave se hace cargo de Toph, su hermano pequeño (al que lleva 13 años), aunque también tiene dos hermanos mayores (mayores que Dave), Beth y Bill.

Es un libro que habla de la muerte, pero sin caer en el sentimentalismo o en el melodrama. Pero es un libro que, por encima de todo, habla de vivir.

De las ganas de vivir.

El libro comienza antes de que comience en sí. Me explico: en la primera página, antes de la página de copyrights, antes del/ de los prólogos y agradecimientos y advertencias, el libro empieza con una frase contundente:

NO HACÍA FALTA.

Y luego vienen los prólogos que son, supongo, un guiño al famoso prólogo de “Moby Dick”. Aquí Eggers hace de todo: nos advierte de las normas y sugerencias para leer el libro, nos dice que nos podemos saltar los agradecimientos y el índice (sí, el índice es parte del prólogo; creo que en realidad lo llama prefacio), nos deja que leamos algunas escenas que en la versión final no se han incluido. Es divertidísimo.

El prólogo.

O el prefacio.

Qué más da.

Me ha recordado un poco a ese “aviso al lector” que hacía Cortázar en “Rayuela”: el lector puede leer sólo los capítulos imprescindibles, no hace falta que lea los prescindibles.

Algo así hace Eggers: te invita a saltarte el prólogo, si quieres. Pero confía, cómo lo hacía Cortázar, en que no lo hagas.

Es uno de los mejores libros que he leído en mucho tiempo.


jueves, 13 de enero de 2011

"El arte de abandonar libros"


Llevo media vida leyendo (leyendo en serio, me refiero; si cuento cuando empecé a leer sin pensar en que leía, a los diez años, llevaría un tercio. Un tercio de mi vida), y me estoy dando cuenta ahora de que cuanto más lees, más veces dejas un libro a la mitad.

Esto no es culpa de los libros, claro está. No siempre, al menos. Tampoco creo que sea que con la experiencia (lectora) uno se haya vuelto más sabio y sea capaz de distinguir fácilmente qué es bueno y qué es malo. Que también, desde luego, uno aprende.

Pero no, empiezo a leer un libro, una novela, y sí, me doy cuenta de que tiene mucha calidad; sin embargo, no me llega. Puede ser que uno esté saturado, tantas veces las mismas historias, contadas de formas tan parecidas, sólo cambian los protagonistas, los escenarios.

Pero ya digo que no, que la culpa no es de los libros. No en mi caso. Cuando abandono un libro es, casi siempre, porque no tengo la mente (el cuerpo) para leer algo así en ese momento. Porque he empezado una novela de ochocientas páginas, por ejemplo, y me digo que uf, que voy a tardar un montonazo de días en terminarme este libro, y no es ahora cuando me apetece meterme en una historia para no salir de ella en un par de semanas. Ahora me vendría mejor leer algo cortito, algo que vaya al grano, no tengo paciencia estos días.

Así que cierro el libro (con culpa, la verdad) y lo dejo en la estantería.

Y allí se queda. Y muchas veces no vuelve abrirse, así que acabo regalándolo o dejando que se llene de polvo.

Pero muchas veces también sucede que, un tiempo después, lo vuelvo a coger. Y algunas veces, pocas, pasa que al volver a cogerlo me descubro totalmente encantado con su lectura. Y me digo, joder, en qué andaba yo pensando, qué pájaros tenía en la mollera para haberlo abandonado, la primera vez, tan libremente.

Para cerrar, me gustaría poner algunos ejemplos:

Abandoné “La conjura de los necios” en la primera página, la primera vez que intenté leerlo. Muchos años después (cuando digo muchos, digo, hum, cuatro o cinco) me lo llevé de vacaciones.

Hoy es una de mis novelas favoritas.

“El legado de Humboldt”, de Saul Bellow. Intenté leerlo un par de veces, con poco intervalo de tiempo entre uno y otro intento. Lo normal es que lo hubiera dado por perdido, pero lo intenté una tercera vez, y fue, además, poco después de las dos primeras intentonas. Y esta tercera vez no sólo conseguí leerlo. Lo disfruté muchísimo. Recuerdo que cuando la terminé, pensé: es ésta una de esas novelas que antes de leerla veías la vida de una manera, y ahora, después de leída, la miras de otra forma.

Tendría que poner ahora un ejemplo negativo. Algún libro que haya intentado leer varias veces y no lo haya conseguido nunca. O que haya conseguido leer, pero haya sido un completo chasco.

A ver, que piense...

Vale. Ya lo tengo: “La región más transparente”, de Carlos Fuentes. Ahí está, en la sala, si no recuerdo mal, en un pequeño armario que apenas se usa. Es una edición de Cátedra, de las negras, ya sabéis, letras hispánicas.

No he conseguido leerlo nunca.

Y no tengo ninguna gana de volver a intentarlo.

Pero ahí seguirá, en el armario de la sala o en otro sitio, esperando.

Creo que mucho, mucho tiempo...