jueves, 12 de agosto de 2010

"Lamentaciones de un prepucio", de Shalon Auslander


Aunque suelo cagarme en Dios bastante a menudo, la verdad es que la idea que tenemos de este Señor Shalon Auslander y yo no puede ser más diferente. Mientras que Auslander se acuerda de Él cuando las cosas le van bien, y entonces piensa que ahora vendrá el cabrón a jodérselas, yo me acuerdo de Dios cuando las cosas me van mal y es entonces cuando Le pido que, oh, por favor, haga que las cosas me vayan bien. Y es que Auslander cree en Dios, y cree que es un capullo resentido, mientras que yo creo también en Él (el Dios de Auslander y el mío son el mismo, aunque Auslander sea judio y yo cristiano), pero creo que es un tipo lleno de amor, que nunca nunca me hará algo malo (siempre que se lo pida). Un Dios compasivo, generoso, el mío; un Dios, cruel, vengativo, el de Shalon Auslander.

Estas son las lamentaciones de un prepucio: la historia de Shalon, un judío de USA perteneciente a una familia muy-muy pero que muy ortodoxa, que se pasa por los cojones los mandamientos: deja de comer comida kosher, no respeta el Sabbat, mira pornografía, etc., y que, sin embargo, no lo hace porque crea que no va a pasarle nada por no cumplir con los mandamientos, no es que crea que todas esas reglas son unas estupideces, no se ha convertido en un ateo, no, no: Auslander se salta las normas aún sabiendo que puede pasarle algo, que Dios –sin duda- va a castigarle.

Y ahora que está a punto de tener su primer hijo (varón: sin duda una broma de Dios, porque si fuera niña no tendría ningún problema...) Shalon no sabe qué hacer: no sabe si circuncidar a su pequeño como Dios manda, o no hacerlo y esperar, entonces, que venga Dios y le castigue de la manera más cruel.