Anoche empecé a leer “Verano”, tercera parte de la autobiografía o las memorias noveladas (o como se les quiera llamar) del escritor sudafricano J. M. Coetzee, ganador del Nobel de 2003. El primer libro que leí de Coetzee fue “Desgracia”; me lo compré en un Carrefour. No le pude quitar la etiqueta porque estaba muy pegada. Normalmente, cuando me pasa algo así, mojó un poco de alcohol en un algodón y froto con cuidado hasta que desaparecen todos los restos de papel. Luego le paso un kleenex para secarlo. No sé porqué no se la quité a aquel libro. Supongo que fue pereza, aunque puede que también se debiera a que me diera miedo manchar las páginas con el alcohol y que se corriera la tinta. Me parece que no me ha pasado nunca, pero da igual. Las etiquetas de la Fnac se quitan bastante fácil. No suelen dar muchos problemas, excepto cuando me acabo de cortar las uñas. En las librerías suelen poner el precio a lápiz en la primera página; nunca lo borro.
Que esté escribiendo esto ahora se debe a que estoy deprimido. Hay una frase en “Verano” que leí anoche y que subrayé:
Si no escribo, me deprimo.
Estoy deprimido y me pongo a escribir para quitarme la sensación de encima. Deprimido pero no triste. Son cosas diferentes, al menos para mí. Esta depre de hoy se debe más a una sensación de culpabilidad (por no escribir, por estar perdiendo el tiempo) que a una sensación de tristeza. Cuando estoy triste ni siquiera suspiro; cuando estoy como hoy, no suspiro, digo cosas como buah, o, joder, o, qué asco.
Diez minutos escribiendo..., no se me ha quitado el hastío. Pongo punto final porque no me apetece seguir.
Qué asco.