viernes, 8 de enero de 2010

"Tantas horas"; un cuento



Ahora, cuando por las mañanas de camino al trabajo pasa por delante, y por la ventana del obrador ve la luz encendida y le llega el olor a pan recién hecho, se acuerda de cuando niño iba con su madre a comprar pasteles para su cumpleaños. Piensa, ahora, en aquella mujer, que entonces tendría poco más de veinte años, a la que él veía como una señora; a la que ve ahora, con algo más de cuarenta, señora ahora, sí, pero no entonces, hace veinte años. Una niña casi, hace veinte años.

Hay algo que le atrae de ella. Es guapa, siempre lo fue; quizá lo sea más ahora, con sus cuarenta y pocos. Pero hay algo más que le atrae de ella, no sólo la belleza. Piensa que puede ser su, no sabe cómo llamarle, ¿arte?; su destreza con las manos, su delicadeza al moldear la masa. Hay algo erótico en comer lo preparado por una mujer.

Sensual.

Otra mañana, la misma mañana, todas las mañanas, al pasar, le da por pensar en la vida que no conoce de esa mujer. Piensa en ella hace veinte años, todavía joven e inexperta, casi una niña, lanzándose a la aventura, al riesgo, de poner su propio negocio. La imagina ahora, levantándose a las tres y media o cuatro de la madrugada, las largas horas solitarias trabajando en el obrador hasta que, a las ocho, abre la panadería. La mañana entera despachando detrás del mostrador, nunca vestida al modo de las otras panaderas, con delantal blanco, sino siempre elegante, unos zapatos de tacón discreto, una falda negra y una blusa blanca. El rostro cuidadosamente maquillado, sin excesos.

Toda la mañana detrás del mostrador, sonriendo, hablando con las clientas.

Toda la tarde detrás del mostrador, sonriendo, sin que se le note el cansancio que debe ser mucho.

Otra mañana, la misma mañana, todas las mañanas, le da por pensar en qué vida habrá llevado. Abriendo de lunes a domingo, siempre sola en la panadería.

Tantas horas.

¿Será feliz?

¿Habrá sido feliz?

Todas las mañanas, todas las tardes, todas las madrugadas, tantas horas..., tanto tiempo, tan poco tiempo...

¿Habrá podido llevar una vida normal?

Tantas horas...

Otra mañana, la misma mañana, todas las mañanas, piensa en él... Tantas horas, piensa, aún soy joven, todas las mañanas yendo al trabajo, cuando todavía es de noche; todas las tardes, cuando ya es de noche y vuelvo a pasar delante de ella, tantas horas...

Aquella noche, una noche, al pasar de regreso a casa, mira adentro: la ve atendiendo a un cliente, sonriendo, pero...

...pero tiene más de cuarenta años y siempre la he visto así, sonriendo. Siempre ahí, siempre que paso, siempre está...

Pero siempre sola.

Tantas horas...

Tantas horas, piensa, pero ya no es en ella, en la panadera, en quien piensa.

2 comentarios:

  1. La imaginación desorbitada te puede ofrecer lo mejor y lo peor, como bien se demuestra en este cuento. Es preferible quedarse con lo mejor, con la fantasía de esos pasteles amasados por las manos expertas de una mujer guapa. Y no pensar demasiado en el resto, porque para qué.

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  2. Tantas pequeñas historias, tanta vida perdida al tratar de ganárnosla. Siempre me ha aterrado vivir para trabajar. Pero a pesar de tantas horas, y tantos días, Nathan, seguro que una mujer capaz de inspirarte un cuento, lo ha sido también de arañar instantes a la vida, momentos capaces de alimentar un espíritu que la haga tan sugerente a tus ojos y tu imaginación.

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