miércoles, 29 de diciembre de 2010

"Le pondré título cuando se me ocurra uno"

Hace unos momentos estaba con mi padre, mi sobrino el mayor, y mi sobrino el pequeño en la sala. Mi sobrino el pequeño estaba jugando a la Playstation, en el suelo. Mi padre y mi sobrino el mayor y yo estábamos en el sofá. Mi sobrino el mayor jugando con la DS. Mi padre y yo, mirando a nuestros nietos y sobrinos. Entonces, el pequeño se ha puesto a revolver en los cajones de debajo de la televisión buscando otro juego que poner en la videoconsola. Ha encontrado un sobre con fotos viejas. Nos las ha traído. Las bodas de plata de mis padres, hace..., en 1989, veintiún años. Qué barbaridad, qué jóvenes estaban, mis padres. Unos críos, casi.

Agosto de 1994, creo. Mi hermana, mis padres y yo, hemos ido a pasar unos días de vacaciones al pueblo. A mitad de mes, mis padres nos llevan a mi hermana y a mí a la estación de la capital. Nosotros, los hijos, regresamos antes de tiempo a nuestra ciudad. Ya somos mayores. Nos estamos haciendo mayores, los hijos, también nuestros padres.

Nunca hemos llorado tanto como aquella mañana, en el andén de la estación. Parecía que era el principio del fin. Los hijos mayores que se van, los padres viejos que se quedan.

Creo que así lo pensé, entonces. El principio del fin. Algo termina.

Y sin embargo, han pasado ya dieciséis años. Nada ha terminado. Aquello fue un principio, simplemente. Nada de final. Empezó algo nuevo.

¡Tantas cosas nos han sucedido desde entonces!

¡Tanto hemos vivido!

2 comentarios:

  1. Los finales son cosa de los libros y las películas. En la vida todo lo que termina es un punto y seguido, o un punto y aparte, o unos puntos suspensivos.
    Y déjalo sin título que está muy bien así.

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  2. los sobres con fotos tienen sus riesgos.

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