jueves, 2 de septiembre de 2010

"Dientes blancos" de Zadie Smith



Necesito una buena primera frase para poder escribir una reseña (o cualquier otra cosa, ya sea un cuento, un cutrecuento o un recuerdo). Si la primera frase me gusta, las siguientes me salen solas. Normalmente no las pienso, las primeras frases; se me ocurren cuando estoy haciendo cualquier otra cosa (he repetido “cualquier otra cosa”, pero me da igual, esto no es un ejercicio de estilo), viendo la tele, dando un paseo, leyendo un libro. Entonces, si tengo una hoja y un boli o un lápiz a mano, la apunto. Si no tengo nada con que escribir, procuro memorizarla. Pienso que las mejores primeras frases que he escrito son éstas, las que he encontrado sin pensar. En cambio, si me siento delante del ordenador o de un folio en blanco, no me salen tan bien. Me esfuerzo y se nota, pero para mal. Escribo, esforzándome, primeras frases demasiado rebuscadas, demasiado... (hace unos segundos había encontrado una palabra genial pero se me ha olvidado; tengo que hacer tiempo para recordarla...), demasiado..., piensa, tío, piensa, qué palabra era..., tenía que ver con esfuerzo..., ¡hostia no me acuerdo! Empiezo a leer lo escrito desde el principio, a ver si así...

Dos minutos y la mente sigue en blanco...

...demasiado poco naturales, pero no era esto lo que se me había ocurrido...

...me voy a buscar el diccionario de sinónimos...

...he encontrado “enrevesadas”, y “embrolladas”, pero tampoco eran ninguna de estas dos la palabra que, creo, me había gustado tanto para definir una primera frase demasiado...

...pero me rindo, tendrán que valer, “poco naturales”, “enrevesadas” o “embrolladas”...

...me parece que la palabra que busco tenía una F, y empezaba por E, pero empiezo a pensar que, a lo mejor, esa palabra no existe...

A partir de aquí comienza la reseña de verdad:

Esta novela me ha sorprendido y eso que ya había leído antes una novela de Zadie Smith, concretamente “Sobre la belleza”, la que hasta ahora es –al menos ya traducidas al español- su tercera y última novela.

“Sobre la belleza” es un remake de “Regreso a Howard’s End”, la novela de E. M. Forster. Leí la novela de Zadie y meses después la de Forster y, sinceramente, creo que haber leído primero “Sobre la belleza” enriqueció mi lectura de “Regreso a Howard’s End”.

Me gustó tanto “Sobre la belleza” que me dije que tenía que leer más novelas de esta chica. Así que me compré la edición en bolsillo de “Dientes blancos”. Sin embargo, no ha sido hasta este verano (no sé si dos o tres años después) cuando por fin la he leído.

Y como digo, me ha sorprendido, porque a pesar de que “Sobre la belleza” era muy buena, creo que “Dientes blancos” es mejor.

Hay quienes acusan a Zadie Smith de escribir bajo el modelo de las novelas del siglo XIX, concretamente, dicen, de Jane Austen.

¡Paparruchas!

Claro que la estructura de las novelas de Zadie Smith son propias de la llamada novela tradicional, pero el estilo no. El estilo es totalmente propio del posmodernismo. Aúna tradición y, vale innovación u originalidad, no, pero sí frescura. Mucha frescura.

“Dientes blancos” es, como “Sobre la belleza”, una novela de familia/s. Tenemos, por un lado, a Archie y Clara (¡hostia, otra Clara!) que son marido y mujer y tienen una hija: Irie. Archie es blanco, inglés, y vejete, mientras que su mujer, Clara, es negra, joven, descendiente de jamaicanos (y testigos de Jehová, toma, toma, ¡toma!). Archie tiene un amigo, Samad, vejete como él, pero bengalí (bengalí, no pakistaní, y tampoco bangladeshí, y mucho menos indio). Archie y Samad se conocieron en la Segunda Guerra Mundial. Años después, en la década de los setenta, vuelven a retomar su amistad. Samad se casa (matrimonio concertado) con Alsana, también bengalí, también joven como Clara. Samad y Alsana tienen dos hijos, gemelos: Millat y Magid.

Con tanta disparidad de nacionalidades, razas, religiones (Archie es ateo, Samad musulmán), podría pensarse que el tema de la novela es la integración en la sociedad inglesa. Y sí, ese es uno de los temas de la novela, pero no EL TEMA de la novela. Porque el tema de la novela es el CONFLICTO GENERACIONAL, ya sabéis: los hijos crecen, llegan a eso tan jodido –y divertido- que es la adolescencia, y entonces, BUM, hijos contra padres, padres contra hijos, los propios padres contra ellos mismos...

A todo esto aparece en escena una nueva familia. Los Chalfen (y el chalfenismo). Los Chalfen son todo lo contrario que las familias de Archie y Samad. Son ingleses (aunque desciendan de polacos, pero de eso no se acuerdan), cultos, inteligentes, educados, comprometidos con el progreso social y tecnológico.

Los Chalfen serán, al mismo tiempo, refugio e inspiración para los hijos de Archie y Samad, pero también fuente de problemas.

Quedan en “Dientes blancos” otros personajes memorables, aparte de los ya expuestos. Está la madre de Clara, la señora Bowden, esperando que llegue el fin del mundo anunciado por los testigos de Jehová. Y Mangal Pande, un antepasado de Samad, héroe o simple idiota de la primera rebelión (1857) contra el colono inglés. También hay un par de lesbianas, encantadoras, y la señorita Poppy Burt-Jones, pelirrojísima y blanquísima, con la que se enrolla, más o menos, el moreno de Samad. Y todavía quedan personajes que no he mencionado, pero son muchos...

Todo esto y más es “Dientes blancos”.

Por último me gustaría hablar del final. No para contarlo, si no para decir que es un gran final. Digno de “La broma”, de Milan Kundera. Y hasta aquí puedo leer, como decía Mayra...

2 comentarios:

  1. Y yo que estaba convencida de que Zadie Smith era una negra neoyorkina que escribía sobre los problemas raciales del Bronx. Lo digo muy en serio, nunca me he leído nada suyo porque creía que era americana y militante de la lucha antirracista (no me gustan las novelas militantes). Pero ahora me has picado muchísimo la curiosidad, una novela con tantas razas y que consiga no hacer de ello el tema central es algo que merece la pena ser leído. Me la apunto.

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  2. Creo que te puede gustar. Es verdad que está un poco hinchada -no me gusta decir que a un libro le sobran páginas-, pero pocos defectos más se pueden destacar.

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