lunes, 13 de septiembre de 2010

“Otro cuento de Alberto Atroz”


No mucho tiempo después de la tarde en el cine con Carolina, Alberto Atroz pudo por fin tocar un coño (pero no nos adelantemos...).

Era un sábado por la tarde, y toda la pandilla de amigos habían quedado en la esquina de la calle Easo para ir a una discoteca de sesión de tarde. Alberto fue uno de los primeros en llegar. Saludó a Mikel y a Raúl. Al poco llegaron juntos Jon y Gorka. Entonces apareció Pablo...

Pablo y ¡una rubia despampanante!

-Pero qué coj...

-¿Quién es esa tía?

-Es su prima, la checoslovaca. Ha venido de vacaciones.

-¡Joder!

Era rubia, como ya hemos dicho, y muy alta pero no demasiado delgada, y llevaba un vestido de verano negro ajustadísimo que marcaba todas y cada una de sus maravillosas curvas.

Pablo presentó al pivón a sus amigos. Es mi prima, decía. El pivón, que se llamaba Katja o Kapta, no hablaba ni hostias de español.

Llegaron a la discoteca. Empezaron a bailar. Kapka o Katja no debía saber muy bien con quién estaba (o quizá sí, quizá lo supiera demasiado bien...), porque bailaba de una manera que sólo le faltaba ponerse en pelotas y tirarse en el suelo y abrirse de piernas para resultar más provocativa.

Cada uno de los amigos se acercaba a ella y le decía algo. Katja o Kaka se reía, sin entender ni jota. Luego apartaba la vista del amigo de su primo y volvía a lo suyo, es decir, a poner el culo en pompa y mover las caderas y el torso a un ritmo extrañamente repetitivo (uno-dos-uno-dos-uno-dos-dos-dos-dos...).

Cuando cerraron la discoteca, a las diez de la noche, fueron a la playa. Se sentaron en la arena, haciendo un círculo alrededor de Katia o Karla, y todos menos Pablo volvieron a la carga.

Intentaban hacerse entender: tú, decía Mikel señalando a la moza, y yo, se señalaba a sí mismo, nos vamos a... y se abrazaba a sí mismo y daba besos al aire.

No, no, negaba con la cabeza, aunque sonriendo, Karma o Kalta.

Le llegó el turno a Alberto. Alberto era muy guapo, os recuerdo. Hizo, más o menos, la misma pantomima idiota que habían hecho todos y cada uno de sus amigos.

Entonces, Karta o Kappa, sonrió, llevó su mano a la arena y con un dedo dibujó un grande OK rodeado por un círculo.

-¡Toma! Lo sabía –exclamó Alberto, y se levantó y cogió a Katja de la mano y se la llevó a una parte de la playa donde apenas había gente ni luz.

Alberto se puso las botas. Le estrujó las tetas, le chupó los pezones, le acarició las piernas, el culo, le metió el dedo en el coño... La dejó más babeada que a un sello.

Pero Katja se tenía que ir. Pablo había dicho que sus tíos le habían hecho prometer que volverían temprano a casa. Alberto volvió a coger la mano de Katia y la llevó de vuelta donde esperaban sus amigos.

Antes de que Pablo y su prima se fueran, Alberto agarró a la rubia y le metió la lengua hasta el estómago. Era su forma de decirle adiós.

Alberto miró a sus amigos. Sonreía de oreja a oreja.

-Bueno, ¿qué? –le preguntaron-, ¿te has enrollado con ella?

-¿Es que no habéis visto el morreo que le acabo de dar?

-Y qué, ¿has tocado algo?

-¡Que si he tocado! –Alberto estaba casi saltando- Joder, tíos, ha sido la hostia. Le he tocado las tetas, el culo, se las he chupado, las tetas, le he metido el dedo en el coño, le he...

-¡Anda ya! Fantasma.

-¿No os lo creéis?

-¡NO!

-Ah, ¿no? –Alberto tenía un as en la manga-. Pues a ver qué me decís de esto. Mirad, OLED.

Y siempre sonriendo, Alberto le puso su mano derecha delante de las narices a Mikel.

-¡Hostia tío! –exclamó Mikel, apartando la mano de Alberto con fuerza-. ¡Apesta!

Alberto se quedó confuso. Se llevó el dedo a la nariz...

-Huele..., huele a mierda –dijo.

-¡Joder Alberto! No le has metido el dedo en el coño, ¡se lo has metido en el culo!

Y Alberto sólo alcanzó a decir:

-Joder, tío, estaba oscuro... –y se quedó mirando su dedo corazón sin saber muy bien qué hacer con él.

-¿Cómo era que se llamaba? –preguntó Jon.

-Kaka –dijo Mikel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario