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martes, 30 de marzo de 2010

"Correr con los libros"



Me vendría bien hacer deporte. Volver a hacer ejercicio. Philip Roth va a nadar, Magnus Mills dijo que cuando pudo dejar de conducir autobuses tras el éxito de su novela “El encierro de las bestias”, por las mañanas, en vez de ir a trabajar, iba a la piscina. Jordi Bonells corre maratones. John Irving levanta pesas y de joven fue campeón de lucha libre. Yukio Mishima tenía unos pectorales increíbles. A Martin Amis le gusta el tenis. Robert Walser daba unos paseos larguísimos. A Paul Auster también le gusta mucho pasear, aunque él lo hace por las calles de Nueva York, en lugar de por las montañas suizas. Haruki Murakami, como Bonells, corre. Tusquets va a publicar un libro cuyo título es un guiño a Raymond Carver: “De qué hablo cuando hablo de correr”. ¿Si me leo el libro me entrarán ganas de correr, y lo haré, y estaré en forma y me sentiré mejor? ¿Más equilibrado? ¿”De qué hablo cuando no sé de qué hablar”?

Ahora, ya con numerosos libros publicados con gran éxito en todo el mundo, y después de participar en muchas carreras de larga distancia, Murakami reflexiona sobre la influencia que este deporte ha ejercido en su vida y en su obra. Este libro es tal vez el más personal de los suyos, donde manifiesta más ampliamente sus opiniones sobre la literatura y sus propias obras.

Fuente: Casa del Libro.

viernes, 5 de marzo de 2010

“El dependiente”, de Bernard Malamud (una no-reseña)


Otra tarde de viernes. Hoy no llueve, pero para el lunes pronostican nieve. El lunes no me toca trabajar. Hace un rato he llegado del lugar donde trabajo: me tenían que explicar el funcionamiento de una PDA. He charlado un rato con mi jefe, un buen tipo. De vuelta en casa, he encendido el ordenador. He curioseado algunas páginas (El Lazarillo, que ya no es anónimo, lo dicen en un artículo de El Cultural; también la reseña de una novela, en el mismo El Cultural, de una joven –jovencísima- escritora bilbaína, Aixa de la Cruz. La reseña la hace Ricardo Senabre. Este crítico, muchas veces, copia frases del libro analizado para dar cuenta de que son frases que no están muy bien escritas –me temo que en este blog podría hacer un festín...-. Leo esas frases y casi nunca veo porqué están mal escritas, no me lo parece, algunas veces, sí, pero la mayoría, no).

Después de curiosear en la página web de El Cultural, abro mi blog, esto que tenéis ahora en vuestra pantalla. Me digo que tengo que actualizarlo. Escribir una nueva entrada. Una reseña estaría bien. Pero como los últimos libros que he leído no me han gustado mucho, y a mí lo que me gusta es hablar de lo que me ha gustado leer (¿son muchos gustar en una sola frase?), lo que hago es pasar la mirada por las estanterías de mi biblioteca y buscar un libro, un buen libro, del que hablar.

Me topo con El dependiente, de Bernard Malamud. El dependiente es lo único que he leído de Malamud (bueno, también leí una tarde, en la biblioteca de al lado de la catedral, un par de cuentos suyos; El barril mágico, era el título de uno, del otro no me acuerdo). Tengo, en esas mismas estanterías donde acabo de toparme con El dependiente, otro libro del mismo autor: El reparador, pero éste todavía no lo he leído. El reparador ganó el Pulitzer. Lo tengo que leer, lo haré pronto...

Dicen que Philip Roth se inspiró en Malamud para el personaje del escritor E.I. Lonoff, que aparece en su novela La visita al maestro (The Ghost Writer, es el título en inglés). Lonoff era un escritor que escribía y escribía, y rescribía y rescribía, y volvía rescribir, y luego corregía y corregía, y seguía corrigiendo..., hasta que ya no era posible que el texto fuera mejor (¿Malamud también? ¿Todos los escritores buenos escriben y rescriben y corrigen tanto?).

En otro libro de Roth, El oficio. Un escritor y sus colegas, el autor de Pastoral americana (premio Pulitzer como El reparador) hace un retrato espléndido de un ya viejo Malamud. De un Malamud que ya no era, lo que escribía, tan espléndido. Malamud le da a leer a un no viejo Roth lo último que ha escrito, y el no viejo pero tampoco joven Roth se ve en la tesitura de tener que decirle a su amigo que lo que ha escrito es una mierda (no recuerdo si lo hace, si se lo dice, o si sólo lo piensa; no tengo el libro a mano para consultarlo).

Malamud murió poco tiempo después, en 1986. El que ahora es viejo es Roth. A mí me gustaría que Roth viviera eternamente, al menos, que escribiera eternamente. Pero, bah, tampoco es tan viejo... Después de todo, mi padre sólo tiene tres años más que él. Mucha vida, muchos libros, por delante. Ojalá...

Mucho rollo.

Se supone que iba a hablar de la novela de Malamud. Difícil, porque la leí hace tiempo y no me acuerdo de mucho.

Me acuerdo de que me gustó muchísimo, eso sí. Y que la hija del tendero, Helena (he tenido que mirar el nombre en el libro), leía El Quijote.

Leo en la contraportada que “por las noches lee a Tolstoy y Dostoievski y aspira a estudiar literatura”. No me acordaba de que leyera a Lev y a Fiódor. Me acordaba, me acuerdo, de Cervantes.

Así que no tengo mucho que decir sobre El dependiente. Me la tendría que leer de nuevo. Pero en lugar de leérmela otra vez, lo que voy a hacer es escribir que esta entrada no es una reseña, si no una recomendación.

Y ya está.

O sea:

Recomiendo:

El dependiente, de Malamud.

Y ya de paso, también:

La visita al maestro, y Pastoral americana, y El oficio, y cualquier cosa que haya escrito Roth. (Ahí tengo La humillación, su última novela, esperándome).

Y por supuesto a:

Tolstoy, y a Dostoievski (Crimen y castigo es una de mis diez novelas favoritas).

Y a Cervantes.

Pero esto de recomendar a Cervantes y a Fiódor y a Tolstoy me parece que es un poco idiota que lo haga. Me parece que es ¿insultar? a quien se tome la molestia de leer esta no reseña de Malamud.

Pero bueno, ahí queda.

Y una última nota:

La editorial El Aleph tiene previsto reeditar otra novela de Malamud: Los inquilinos.

No me la pienso perder.