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lunes, 15 de marzo de 2010

"Más de lo mismo"

Pola Oloixarac

Queda un día –en realidad menos, en realidad, sólo unas horas- para que salga a la venta Dublinesca, la última novela de Enrique Vila-Matas. Esta tarde he estado en varias librerías, a ver si tenía suerte y, por un casual, ya la habían recibido (así sucedió con Engaño, la novela de Philip Roth: pregunté y pregunté, y al final la encontré, un día antes de que, oficialmente, la pusieran a la venta).

Sin embargo, hoy no ha habido suerte. He comprado, eso sí, la segunda novela de Antoni Casas Ros, Enigma, que me da que es muy vila-matiana.

A propósito de lo vila-matiano y los vila-matianos: en Café con Shandy, el dvd que se incluye en la antología de textos sobre V-M titulada Vila-Matas portátil (editada por Candaya), Juan Villoro, quien durante todo el dvd dialoga con V-M sobre su obra, le comenta al autor protagonista del vídeo la influencia que la obra de V-M está teniendo en algunos escritores, convirtiendo al propio Vila-Matas, en un personaje que aparece en las novelas de esos autores vila-matianos.

-No puedo hacer nada –se limita a decir, Vila-Matas.

Vila-Matas como personaje, recuerdo ahora, aparece en Morir en agosto, la novela de Javier Martín también publicada por Candaya, y con prólogo del propio V-M. Una novela cuya primera parte está escrita a la manera de Los detectives salvajes.

Y es indiscutible la influencia de Doctor Pasavento en la novela de Luis Leante, La luna roja. Sí es discutible, eso sí, la calidad de la novela de Leante. Pero eso ahora no importa.

Pero volviendo al tema de las librerías, esta tarde: en la Fnac he visto The pregnant widow, la última novela de Martin Amis. En inglés, claro. Lo poco que he podido leer (traducir) me ha gustado. Me ha gustado también su extensión: unas cuatrocientas y pico páginas. Más páginas, más disfrute.

También he echado un vistazo a Ángeles rebeldes, de Robertson Davies, pero lo he dejado para otra ocasión. Lo mismo he hecho con La vida en sordina, de David Lodge. Y de igual modo he procedido con Las teorías salvajes, de Pola Oloixarac, novela que, sobre todo, suscita mi curiosidad por lo muy guapa que es la autora.

He visto a Delibes por todas partes. Montañas de Delibes. ¿Dónde estaba, dónde lo tenían, antes del viernes? En fin, que Delibes está de actualidad, y lo está precisamente porque ya no está.

Tengo aquí, a un lado, a la izquierda del papel donde escribo, el último libro que he leído: El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, de Haruki Murakami, cuarta novela que leo de este autor japonés, de quien Tusquets publicara el mes que viene un nuevo libro: De qué hablo cuando hablo de correr. Ese libro no creo que me lo compre. No me gusta mucho correr, aunque sé que no será un libro sobre el correr, claro, no sólo sobre el correr. Me gusta hacer deporte, pero correr, no.

La novela de Murakami (la del larguísimo título ya arriba escrito) me ha gustado. Se me ha hecho larga en algún momento, pero su lectura me ha dejado buenas sensaciones. Iba a escribir hoy una reseña sobre ella, pero creo que la dejaré para otro día.

Es lunes, 15 de marzo de 2010, hace sol y la primavera se acerca angustiosamente.

Y con la primavera, el verano, y con el verano, agosto.

Y en agosto..., la soledad.

Ojalá fuera siempre invierno.

lunes, 8 de febrero de 2010

De primeriza nada ("El Tercer Reich")

Leyendo en la cama

Después de dos días trabajando doce horas seguidas (sin ni siquiera quince minutos de descanso para comer), consigo terminar El Tercer Reich. Estoy cansado, me duelen las piernas y los brazos, y no tengo (no me creo capaz) ganas de escribir.

Cuando se anunció que había aparecido una novela inédita de Roberto Bolaño, el comentario general fue que si Bolaño no la había querido publicar en vida, sería por algo. Saltaron los chismorreos: van a publicar cualquier cosa que encuentren, incluso la lista de la compra, todo por la pasta. Esa novela no puede ser buena, decían algunos, si no, Bolaño le habría hablado de ella a quien designó como su albacea literario, Ignacio Echevarría. Yo no la pienso leer, es como si traicionara a Bolaño...

El que esto escribe, al conocer la noticia de la publicación de El Tercer Reich, se puso contentísimo. Sí, leería (leeré) todo lo que se publique de Bolaño, incluso la lista de la compra. Es Bolaño, y punto. Y si es Bolaño, tiene que ser bueno. No tan bueno como 2666 o Los detectives salvajes, o Nocturno de Chile...

No obstante, a pesar de mi subjetividad declarada, sí que esperaba encontrar una novela de poca calidad. Una obra menor, digamos, que tendría valor por ser obra de Bolaño pero no más allá de eso.

Así que la sorpresa ha sido considerable, pues lo que he encontrado en El Tercer Reich ha sido a un Bolaño menor si se le compara al Bolaño de 2666 (todo esto que estoy diciendo es un tópico pero es la realidad), pero en absoluto un Bolaño malo.

El Tercer Reich es una novela de muy buena calidad, que dejando aparte que sea obra de Bolaño, merecería publicarse (y leerse) aunque la hubiera escrito alguien no apellidado Bolaño. No es la novela de un principiante, de un aprendiz, no, como he leído en algunas entradas de la red. Es la novela de alguien que ya es escritor. Que sabe lo que hace, que dejó atrás los titubeos del novato.

En una entrevista que leí a Juan Villoro, el autor mexicano decía que lo que más le atraía de Onetti eran sus atmósferas. Algo parecido puedo decir de El Tercer Reich: que lo que más me ha gustado ha sido su atmósfera de angustia, de tedio, de no futuro, que sin ser explicitada (la atmósfera, la sensación) está presente en toda la novela.

El Tercer Reich gustará a los fans de Bolaño, y no defraudará a los que gusten de la obra del autor de Los detectives salvajes sin ser fanáticos de su obra (y de su vida...).

Nota: según se cuenta, aún quedan otras dos novelas inéditas: Los sinsabores del verdadero policía y Diorama.