miércoles, 30 de marzo de 2011

"Últimas lecturas (febrero-marzo)"

En plan elogio de la vagancia...

Eh, pues algo así:

"1Q84. Libro 1", de Haruki Murakami: pasable.

"La viuda embarazada", de Martin Amis: buena pero no genial como "Dinero" o "La información" o "Campos de Londres" o "El libro de Rachel" y tal.

"Un momento de descanso", de Antonio Orejudo: horrible.

"En el punto de mira", de Arthur Miller: buena.

"Las señoritas de escasos medios", de Muriel Spark: se deja leer. Bah.

"El informe de Brodie", de Jorge Luis Borges: no es su mejor libro.

"Caligrafía de los sueños", de Juan Marsé: un poco lo mismo de siempre: un barrio pobre de Barcelona, la posguerra, el mundo de la infancia. Sólo que contado esta vez con un tono un poco aburridín, la verdad. Mejora en las diez últimas páginas. Por lo demás, un poco sosa.

"Los mecanismos de la ficción", de James Wood: interesante, el tema, y no aburre mucho.

"La abadía de Northanger", de Jane Austen: esto sí es una novela, que la prota sea para darle dos hostias no importa mucho.

"Solar", de Ian McEwan: un peñazo.

"Tres ataúdes blancos", de Antonio Ungar: muy buena, a este tío, ganador del último Herralde, lo voy a seguir leyendo, sin duda. Qué gusto descubrir un autor así.

"Una mirada a la oscuridad", de Philip K. Dick: genial.

"Shutter Island", de Dennis Lehane: muy buena, un thriller psicológico que agarra, sí.

"Los ejércitos", de Evelio Rosero: bien tirando a notable.

"Némesis", de Philip Roth: hostia, no, no me ha gustado mucho.

"Norte", de Edmundo Paz Soldán: sí, me ha gustado.

martes, 29 de marzo de 2011

"Un año (casi) después"



Por la mañana me he tomado un café con leche con cereales Special K y me he fumado un cigarrillo. Luego, me he vestido y encendido el ordenador. He estado escribiendo un rato. Más tarde, me he conectado a internet y he navegado un poco. He y me han escrito algunos mails.

A eso de la una he subido a casa de mi hermana a ver a mis sobrinos. Luego he bajado a comer. Como hoy es martes, tocaba puré de verduras.

A eso de las tres menos cuarto, como hacía buen tiempo, he pensado que me vendría bien para el careto que me diera un poco el sol. He pasado antes por la Fnac. Aunque tengo un e-book desde hace dos semanas y un montonazo de libros digitales que quiero leer, no he podido no caer en la tentación y me he comprado dos libros: “El malestar al alcance de todos” de Mercedes Cebrián, y “Formas breves” de Ricardo Piglia. El de Cebrián bien podría habérmelo comprado descargándomelo desde la web de Casa del Libro (o de la de Elkar), y el de Piglia seguro que lo encontraba por ahí, pirateado. Pero, bueno, me he dicho me apetece tenerlos y seguir usando el lápiz de mina para subrayar frases y párrafos, en vez del lápiz óptico ese o cómo se llamé.

De la Fnac me he dirigido a La Concha. He bajado pero no hasta la arena. Me he quedado en las escaleras, sentado, fumando un cigarrillo mientras oía el sonido de las olas del mar, al frente, y el puto ruido de las obras, detrás. Se estaba nublando.

Al llegar al Buen Pastor, ha vuelto a salir el sol. Así que me he sentado en un banco que me gusta mucho y ahí sentado he sacado de la bolsa el libro de Mercedes Cebrián y he leído el primer poema.

Como eran cerca de las cuatro y media, me he levantado, pero sin apresurarme mucho, me he puesto en marcha para llegar a la ikastola, a la salida de mi sobrino de cuatro años.

Ya en casa, ahora mismo, después de quitarle las pegatinas del precio a los libros recién comprados, he encendido el ordenador, he abierto un nuevo documento de word, y me he puesto a escribir Por la mañana me he tomado un café con leche...

viernes, 25 de marzo de 2011

"La mitad de X o, por qué no, la mitad de la mitad de X"


Escribir sobre que no se puede escribir es una frase de Vila-Matas que me viene al pelo para escribir algo y no tener tan abandonadito este maldito blog que me gusta y odio según el caso. Para qué coño me metí yo en escribir un blog, con la pereza que da tener que contar algo nuevo de vez en cuando. Incluso, contar siempre lo mismo... El caso es escribir, no dejarlo morir.

Qué lata.

La cita de Vila-Matas seguramente no sea exacta porque la escribo de memoria, y tan desganado estoy que no hago el esfuerzo de coger el libro de la estantería y buscarla. Creo que pertenece a “Bartleby y compañía”.

Porqué no escribo en el blog (otras cosas sí escribo, poco, pero más que aquí, sí). Bueno, pues la respuesta es fácil: pereza, desgana.

Qué contar...

Me he comprado un e-book. Y estoy encantado con el cacharro. Tenía mis dudas con esto de los e-books, nada puede sustituir a los libros tradicionales, me decía. Los libros en papel seguirán existiendo siempre... No, el futuro, el presente ya, son los e-books (o lo que vengan después de los e-books –se llaman e-readers, pero a mí me gusta más e-books-). El papel se acabó. Ir a una librería a comprar un libro será algo que, incluso los lectores más compulsivos, haremos sólo muy de vez en cuando. Cada vez habrá menos librerías, cada vez se editarán menos libros en papel. Las editoriales ganarán menos dinero, los autores, menos todavía. Quien quiera ser escritor y ganarse la vida con ello, lo tiene, ahora, más difícil que nunca.

Ser leído, que es lo más importante que puede querer un escritor, creo que será más fácil.

Pero los escritores más leídos seguirán siendo los mismos. Los pequeños autores desconocidos seguirán siendo desconocidos, pero en vez de tener 100 o 200 lectores, con esto de los e-books podrán tener, quizá 500, quizá 1000 lectores.

No sé si la literatura digital será mejor o peor que la tradicional. Será distinta. Me refiero al modo de acercarnos a ella, a la literatura. En estos momentos, si alguien me preguntara, yo diría que los e-books han mejorado la literatura. Hablo de literatura y no del sector editorial...

Tengo un e-book desde hace dos semanas y he conseguido varias decenas de libros que hace años quería leer pero no encontraba. Por poner sólo dos ejemplos, bueno, venga, tres: “Glosa” de Juan José Saer; “Cuna de gato” de Kurt Vonnegut; “Una mirada a la oscuridad” de Philip K. Dick.

Son sólo tres ejemplos, pero hay muchos más (en la tarjeta de memoria de mi cacharrito).

Y la cuestión no es pagar o no pagar.

La pregunta, ahora mismo, viendo los precios de los libros digitales en las webs de las principales librerías y cadenas de librerías, la pregunta es, digo, cuánto pagar.

Tanto, no. Tanto, no.

No sé de cifras, pero digamos que si un libro en edición normal cuesta X, la edición de bolsillo debería costar la mitad de X.

¿Y la edición digital?

Pues no más que la edición de bolsillo, desde luego. Y un poco menos, pues mejor.

martes, 8 de marzo de 2011

"LA VIUDA EMBARAZADA" de Martin Amis; un fragmento


-El otro día leí algo –dijo Whittaker- que me hizo sentir ternura por los pechos. Los vi desde una perspectiva diferente. En términos de la evolución, dice el autor, los pechos tienen por objeto imitar al culo.

-¿Al culo?

-Los pechos imitan al culo. A manera de aliciente para que la relación sexual sea cara a cara. Cuando las mujeres evolucionaron hasta independizarse del estro. Seguro que sabes lo que es el estro.

Keith lo sabía. Del griego oistros, “tábano”, o “frenesí”. El período de celo. Whittaker dijo:

-Así, los pechos en forma de nalgas dulcificaban el trago desagradable de la postura del misionero. Sólo es una teoría. No, yo entiendo los pechos de Scherezade. Los caracteres sexuales secundarios en su forma platónica. El plan A para las tetas. Lo entiendo..., en principio. –Miró a Keith con afectuoso desdén-. No deseo estrujarlos ni besarlos ni hundir en ellos mi cara sollozante. ¿Qué hacéis vosotros con los pechos, chicos? Quiero decir que los pechos no llevan a nada, ¿no es cierto?

-Supongo que sí, que es cierto. Son una especie de misterio. Y un fin en sí mismos.



Traducción de Jesús Zulaika.